La paz esté con ustedes
El poste tenía cuatro lados, cada uno de ellos con una inscripción sobre la paz. Las expresiones de paz pasaban de lo general a lo específico:
Paz en la Tierra
Paz para nuestra Nación
Paz dentro de nuestra Iglesia
Paz en nuestros corazones
Al contemplar ese sencillo, pero hermoso poste de la paz, me di cuenta de que la paz es algo que todos anhelamos y que, sin embargo, puede parecer tan inalcanzable. San Agustín capturó la naturaleza inalcanzable de la paz cuando dijo: “Nuestros corazones están inquietos hasta que descansan en ti, oh, Señor”. Aunque la paz puede ser elusiva, conocemos la fuente de la verdadera paz. Por eso, con gran fe y esperanza, nosotros, como Iglesia, no cesamos de buscarla por medio de María, la Reina de la Paz, y de su hijo, Jesús, el Príncipe de la Paz.
Al comenzar el 2023, recordamos que san Pablo VI estableció en 1967 la Jornada Mundial de la Paz, que se celebrará el 1 de enero, que es también la solemnidad de la Santísima Virgen María, Madre de Dios. En 1972, el Papa Pablo VI acuñó su famosa frase: “Si quieres la paz, trabaja por la justicia”.
Desde entonces, los papas han continuado esta tradición de emitir mensajes de paz en este día, y sus comunicaciones suelen estar asociadas a la doctrina social de la Iglesia. Por lo tanto, los papas han hecho declaraciones el 1 de enero sobre las Naciones Unidas, los derechos humanos, el derecho a la vida, el desarrollo económico, la diplomacia internacional, las guerras, la paz en Tierra Santa, la globalización, el terrorismo, etc.
Para 2023, el Papa Francisco escribe sobre nuestra condición global actual, mientras afrontamos los efectos a largo plazo de la pandemia del coronavirus y el impacto de la guerra en Ucrania. Insiste en la necesidad de un enfoque global de la paz: “Ya no podemos pensar sólo en preservar el espacio de nuestros intereses personales o nacionales, sino que debemos concebirnos a la luz del bien común, con un sentido comunitario, es decir, como un ‘nosotros’ abierto a la fraternidad universal. No podemos buscar sólo protegernos a nosotros mismos; es hora de que todos nos comprometamos con la sanación de nuestra sociedad y nuestro planeta, creando las bases para un mundo más justo y pacífico, que se involucre con seriedad en la búsqueda de un bien que sea verdaderamente común”.
La paz no es algo por lo que todos debamos trabajar; también es algo por lo que debemos orar constantemente. La próxima vez que estén en Misa, te invito a escuchar cuántas veces se usa la palabra “paz”. Específicamente en el rito de la Comunión, inmediatamente después del “Padre Nuestro”, el sacerdote reza para que la paz de Cristo llene nuestros corazones, nuestras familias, nuestra Iglesia, nuestras comunidades y nuestro mundo mientras extendemos un signo de paz a los que nos rodean. Estas oraciones siguen explícitamente el mensaje de Jesús a lo largo de los Evangelios: “La paz les dejo, les doy mi paz, y no como la da el mundo. No se inquieten ni se acobarden” (Juan 14, 27).
Al comenzar este nuevo año, los animo a rezar por la paz todos los domingos, cuando asistan a Misa, y a intentar hacerlo también a diario. Si adquirimos el hábito de rezar por la paz cada día, resulta aún más importante desconectar del ruido y el ajetreo de nuestro mundo y encontrar intencionadamente un lugar “tranquilo” para reflexionar y contemplar.
Durante este año inicial del Avivamiento Eucarístico Nacional, los animo a tomarse un tiempo ante el Señor eucarístico en adoración. Es una forma hermosa y poderosa de conectar nuestras mentes, corazones y almas con la paz de Cristo. Otra posibilidad es encontrar un lugar constante y tranquilo en sus casas o un espacio sagrado para sentarse, estar quietos y orar. Es en estos momentos de serenidad cuando el Espíritu Santo puede susurrar suavemente a nuestros oídos las formas en que Dios puede querer que seamos un instrumento de paz.
Como pueblo de paz, comencemos este nuevo año orando y trabajando por la paz en la Tierra, la paz para nuestra nación, la paz dentro de nuestra Iglesia, la paz en nuestros corazones y allí donde más se necesite. Porque en última instancia, al final de cada Misa católica en todo el mundo, tenemos el mandato de “ir en paz”. Y a eso, afirmamos con valentía respondiendo: “¡Demos gracias a Dios!”.